Para comprender a cabalidad la influencia e impacto que representó el nombre de Sara Vial para, al menos, tres generaciones de bailarines en Chile, resulta necesaria una introducción a su rol de investigadora especializada en danzas antiguas desde finales del medioevo hasta el Barroco. Y a nivel internacional, de lo que significó ser pionera de este estudio, que no sólo la consagró como reconocida maestra, sino también como la única en América Latina.
En la década de los ‘70, Sara fue parte del interés que floreció en forma simultánea en Europa y en Estados Unidos por revivir y experimentar esas danzas antiguas. Para cada investigador, desde sus respectivos países, implicó un trabajo de suma complejidad, debido a la falta de referencia histórica de saber con certeza cómo se bailaban. Más aún, en una época donde no había registros audiovisuales, ni recursos tecnológicos que facilitaran el acceso a su conocimiento. Sólo disponían de manuscritos históricos como herramienta de estudio e imágenes de pinturas y grabados de época como medio de inspiración, lo cual exigió, por una parte, descifrar y resolver las dificultades del cruce idiomático, de la gramática y la caligrafía con que se escribieron esos textos y por la otra, comprender la estrecha relación entre música y danza establecida en los tratados de los siglos XV, XVI y XVII, para llevarlas a la escena.
A nivel mundial, entre las décadas de los ‘70 y los ’90, aquellos investigadores, bailarines, músicos y musicólogos, organizaban, impartían y asistían a seminarios en los cuales estudiaban, analizaban y discutían qué criterios estilísticos aplicarían para la interpretación de un paso o una coreografía. En la actualidad aún se realizan seminarios de danzas históricas en diferentes partes del mundo.
Barbara Wolf y Elizabeth Aldrich en New England Conservatory 1970
(archivo: Elizabeth Aldrich).
Arriba: Jack Edwards enseñando una volta tonda y Jacinta de Castro lo observa, 1979
(archivo: Jacinta de Castro).
Charles Garth, Elizabeth Aldrich juntos en sus inicios, en Castle Hill Early Dance and Music, 1977
(archivo: Elizabeth Aldrich).
Con respecto a la relación de música y danza, para el trabajo que se proponían de reconstrucción, sus aportes fueron trascendentales. La danza era la visualización de esa música. Por ejemplo, los tipos de danza gaillarde y gigue, que son alegres y energéticas, conllevan muchos saltos y algunos músicos las interpretaban con un tiempo más lento, difícil de ser ejecutado por los bailarines. Así, se reconoció la importancia de que los intérpretes de música antigua experimentaran las danzas y trabajaran en conjunto con los bailarines y éstos, a su vez, de que tuviesen conocimientos musicales para la lectura de las partituras y supiesen trabajar con los músicos.
Sobre la base de esta relación estrecha e indisoluble, Sara trabajó en Chile con diferentes conjuntos de música antigua, aplicando naturalmente su conocimiento musical. Respecto a esto, Octavio Hasbún, flautista que la acompañó con su conjunto largo tiempo, recuerda cómo llegaba a los ensayos con los tempi y cualidades resueltos. Para ella y su generación, aquel momento significó una travesía hacia un tesoro escondido y guardado por casi tres siglos, por lo tanto, la investigación jugaba un rol clave para Sara, de hecho en una entrevista a El Mercurio en octubre de 1979 señala: “el trabajo de dirigirlo [el Taller de Danzas Antiguas] representa un 80% de investigación y un 20% de demostración”.
Así, el estudio le significó una ardua y meticulosa labor de dedicación exhaustiva de tiempo invaluable, es más, se juntaba con su amigo Aldo Zanoni durante largas horas para traducir al español los tratados del italiano antiguo y así, lograr traducir un paso, un gesto, una coreografía desde la teoría al movimiento y luego transmitirlo a sus discípulos. Como se advierte, con su sentido de perfección y de responsabilidad profesional, a pesar de la falta de recursos, creó el Taller de Danzas Antiguas en 1976 dirigiéndolo hasta su muerte en el año 2000.
“El trabajo de dirigirlo [el Taller de Danzas Antiguas] representa un 80% de investigación y un 20% de demostración”.
Después de tres años de fundado el taller, comenzó a establecer contacto con investigadores internacionales de esta disciplina. Su primer maestro y amigo, el inglés Jack Edwards (1938-2015), director del Opera Restor´d, actor, regisseur y diseñador de vestuario, visitó el país en enero de 1979 causando expectación e impacto no solo en Sara, sino también, en bailarines y músicos chilenos que asistieron al seminario.
En julio del mismo año, ella viajó a Estados Unidos por primera vez al Castle Hill Early Dance and Music Weeks para asistir a un seminario invitada por Elizabeth Aldrich y Charles Garth, ambos directores de The Court Dance Company of New York y The Historical dance Foundation y a partir de entonces, nació una relación de entrañable amistad y colaboración profesional. Las tres figuras internacionales visitaron más de una vez nuestro país como invitados ilustres a dar seminarios, clases magistrales y presentaciones en diferentes escenarios.
Además, Sara continuó su carrera de especialización gracias a la obtención de seis becas, invitada por Elizabeth Aldrich a Estados Unidos, formación que fue vital para los posteriores logros obtenidos. A Sara, estos encuentros en el Goucher College, le significaron, además, poder conocer y establecer contactos con notables maestros, como Ingrid Brainard, Bárbara Sparti, Wendy Hilton, Julia Sutton y en su primera visita a Estados Unidos, con Catherine Turocy.
Arriba: Patricia Carmona
junto a Wendy Hilton.
A la izquierda: Sara Vial de
polera roja en el Goucher College.
Abajo: Sara Vial caminando junto a Elizabeth Aldrich y el músico
Raimer, 1995.
Al regresar de los seminarios del Goucher College, aplicaba en sus bailarines las novedades interpretativas y técnicas que le parecían atractivas y más fieles a los tratados antiguos, aunque significara cambiar los criterios ya arraigados en sus discípulos. Por ejemplo, para la interpretación de una reprise en la basse danse del siglo XV, aplicó la versión del bailarín belga Lieven Baert, que le gustó tanto. Por otra parte, fue fundamental la maestría que adquirió con Elizabeth Aldrich y con Charles Garth en lo relativo a la ejecución de los pasos de las danzas renacentistas del s. XVI y a la diferenciación entre los roles masculino y femenino descritos en sus tratados. Esto último gracias a la seductora y desafiante interpretación de Charles Garth al ejecutar los pasos de las gallardas irrumpiendo en el espacio.
En su perfeccionamiento sobre danza barroca, su referente fue Wendy Hilton por su estilo más austero y disciplinado en el movimiento de brazos. Además, enriqueció su mirada coreográfica del barroco tras una beca importante que obtuvo en 1983 a Francia, con la maestra Francine Lancelot (quien visitó Chile con su Compañía Ris et danceries en 1988). Sara no dudaba en reconocer los criterios de sus maestros y colegas con miras a lograr la excelencia y aplicarlos con determinación.
El esfuerzo y la experiencia adquiridos por los investigadores extranjeros, movidos por la pasión de rescatar este material apenas conocido, los incitó a publicar notables textos de traducciones y transcripciones de sus investigaciones. Estas ediciones han facilitado notablemente la reconstrucción de estas danzas hasta la actualidad, las cuales, Sara se ocupó de adquirirlas al poco tiempo de ser publicadas llegando con ello a formar una valiosa biblioteca personal, la cual fue donada a la comunidad nacional, en Biblio Gam. Cabe resaltar que varios de esos libros ya no son editados.
Arriba: Elizabeth Aldrich con
Charles Garth en Castle Hill.
A la izquierda: Magdalena Barros
en el Goucher College.
Hacia el final de su carrera fue ofreciéndonos consejos para lograr la especialización en el área en que ella incursionó y profundizó, compartiendo con nosotras, sus discípulas, sus libros que guardaba con gran celo en una vitrina antigua. Nos aconsejaba la importancia de aprender a tocar algún instrumento antiguo, tener conocimiento del contexto histórico de las danzas y de viajar al extranjero con el fin de ampliar los horizontes y de conocer a otros maestros. Afortunadamente, en 1998, Sara recibió la información de un seminario que dictaría la española Ana Yepes en el teatro Colón de Buenos Aires y al cual fuimos cuatro de sus discípulas.
Fue importante establecer contacto con Ana Yepes, conocer su metodología, compartir con otros bailarines y enriquecer las posibilidades interpretativas. Con deseos de visitar Chile y a Sara Vial, Ana Yepes vino a nuestro país en el siguiente año, donde dictó seminarios en el Instituto Cultural de Providencia y en el Campus Oriente, UC. Al recordar esto no dejo de pensar en lo grande que fue Sara al mostrarnos un camino para continuar con la forma en que abordó con maestría su trabajo, agradeciendo su perseverancia, ímpetu y fidelidad a toda prueba.
Por esto he querido hacer un capítulo especial, dedicado a estos grandes maestros de las danzas antiguas y a la particular y fiel admiración que Sara Vial tuvo hacia sus maestros y colegas, respetando profunda y generosamente sus conocimientos. Y a su vez, cómo Sara se ha convertido en nuestro referente a seguir.
Abajo: Magdalena, Anita, Marcia y Daniela junto a Ana Yepes en Buenos
Aires, 1998.
A la Izquierda y Arriba:
Seminario con Ana Yepes,
año 1999.